¿A quién afecta?

Comúnmente afecta a la zona del rostro, existe mayor prevalencia en mujeres que en hombres y sobre todo en personas que presentan otras patologías cutáneas como dermatitis atópica, seborreica o rosácea. Se ha visto que la prevalencia aumenta en verano por lo que puede existir una asociación entre la sensibilidad cutánea y la radiación solar.

Un origen desconocido

Y es que en la piel sensible convergen distintos factores teniendo un origen poco definido. Sus manifestaciones pueden variar en función de las personas, lo que hace que sea difícil de identificar por uno mismo y diferenciarla de otro tipo de manifestaciones cutáneas. Cada paciente lo vive de una forma personal y las opiniones de los expertos son muy diferentes pero no dejan lugar a dudas. Existen dos teorías que pueden explicar las características de una piel sensible, por una lado tendríamos una función barrera debilitada, lo que permitiría el paso de sustancias ajenas a nuestro cuerpo que desencadenarían las reacciones de sensibilidad y por otro lado cambios en la percepción sensorial producida por una hipersensibilidad de las terminaciones nerviosas.

Clasificación

Aunque no existe una clasificación estándar la más sencilla es la que clasifica a las pieles sensibles en 3 tipos atendiendo a la presencia de sequedad, rojeces o hipersensibilidad:

  • Tipo I: en este tipo de pieles la sensibilidad es producida por una alteración en la función barrera, esta alteración permite el paso de sustancias que desencadenan las reacciones de sensibilidad. De forma visual se aprecia descamación, sequedad producida por una elevada pérdida transepidérmica de agua.
  • Tipo II: aquí la función barrera no se encuentra debilitada, pero existe una respuesta en forma de rojez e inflamación frente a los estímulos. Este es el grupo denominado inflamatorio, sensorialmente se aprecia una sensación de calor y visualmente por la rojez.
  • Tipo III: ni la primera ni la segunda, la función barrera es normal y no existe inflamación. Tiene relación con las fibras nerviosas y se dan sensaciones de picor y dolor cuando se aplica el estímulo pero sin enrojecimiento ni inflamación.
  • Lo importante está en el exterior, pero también en el interior

    Y es que los factores que desencadenan las reacciones son por norma general externos y podemos clasificarlos según su naturaleza:

    • Físicos: como la radiación ultravioleta, el viento, los cambios de temperatura e incluso el roce como por ejemplo con las mascarillas puede desencadenar reacciones de sensibilidad.
    • Químicos: como la polución, el pH y también los cosméticos pueden estimular este tipo de reacciones por lo que es recomendable siempre utilizar cosméticos adecuados para este tipo de pieles.

    En cuanto a los internos:

    • Emocionales y cambios hormonales: los mecanismos todavía no se conocen, se ha visto que el estrés puede debilitar la función barrera cutánea debido a cambios en el contenido lipídico.

    Recomendaciones generales

    1. Utiliza un fotoprotector a diario formulado específicamente para pieles sensibles, ya que la radiación UV desencadena reacciones de sensibilidad cutáneas de forma independiente al fototipo.
    2. Utiliza limpiadores con tensoactivos sintéticos suaves con la piel y evita los jabones en pastilla.
    3. Al realizar la limpieza del rostro evita utilizar agua fría o caliente, la mejor opción es a la misma temperatura que el propio cuerpo.
    4. Evita realizar una fricción excesiva al secar el rostro y aplicar productos cosméticos.
    5. Limita los cambios de temperatura extremos siempre que sea posible.

    Recomendaciones en función del tipo de piel sensible

    • Tipo I: hay que aportar de forma externa los componentes que forman parte de la barrera cutánea y aportar hidratación mediante ceramidas, ácidos grasos esenciales, aceite de jojoba, karité, ácido hialurónico y glicerina para mejorar la deshidratación y normalizar la función barrera, creando así una capa protectora y evitando la entrada de sustancias desencadenantes.
    • Tipo II: podemos utilizar ingredientes cosméticos que posean propiedades calmantes y antiinflamatorias que ayudan a calmar la piel, como los aceites de jojoba y la manteca de karité, azeloglicina, niacinamida, bisabolol y extracto de manzanilla.
    • Tipo III: evitar los cambios bruscos de temperatura, y realizar la higiene facial con el agua a temperatura corporal son dos de las más importantes en este caso, además de evitar las sustancias que puedan desencadenar una reacción de sensibilidad como limpiadores agresivos, exposición solar intensa, cosméticos con pH’s que difieren del de la piel. Aunque estas sean recomendaciones generales no hay mejor forma de detectar lo que a tu piel no le gusta que escuchándola, por lo que si estas reacciones aparecen en momento concretos
      intenta detectar el desencadenante.

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